Las miserias humanas del máximo poder político argentino que quedaron en evidencia tras la muerte de Nisman son tantas que sólo pueden despertar estupor.
Todos esperaban que la Presidente Cristina Fernández de Kirchner tuviese al menos un gesto formal de solidaridad con la familia del fiscal Alberto Nisman, muerto en circunstancias que aún se investigan.
Sin embargo a lo largo de dos inentendibles publicaciones y una farragosa cadena nacional en la que muy probablemente haya firmado su propio testamento político, la mandataria se limitó a sembrar sospechas sobre la honestidad, la capacidad y hasta la sexualidad del muerto, en un vano intento por convencer a la población de que la única víctima del hecho era ella misma.
Vano intento…de la perorata salió con un porcentaje aún mayor de argentinos persuadidos de que, directa o indirectamente, la mandataria no es ajena al hecho que conmociona a toda una nación.
Pero lo que seguramente más ha impactado en el corazón de todos es la insensibilidad y falta de valores éticos evidenciados por una mujer que en un caso esgrime como razón fundamental de vida «el tener un buen pasar para él y toda su familia», lo que seguramente considera de más importancia que la paternidad, la vocación y el amor de sus hijas.
«Un buen pasar», algo de lo que las niñas Nisman ni siquiera hablan en su desgarradora carta de despedida ante el cuerpo de su padre.
¿Hay en la Argentina muertos de primera y otros de segunda?.Una sociedad que tuvo que acompañar y/o soportar el largo duelo presidencial por la muerte de Néstor Kirchner, con inacabables peroratas discursivas en cuanto acto o cadena nacional trasegamos durante tan largo tiempo, ¿no podía esperar al menos un gesto de comprensión sobre el fallecimiento de un fiscal de una nación que se impactó con su final?.
¿Era entonces sincero el duelo por su marido?, ¿puede comprenderse un dolor y no todos los dolores?, ¿puede acompañarse la tristeza de un hijo si no se entiende la de todos los hijos?.
¿Puede pensarse en el momento del desgarro en las bondades «del buen» pasar en vez de entender el peso de las ausencias?.
La respuesta marca el grado de miseria que asalta el alma de una persona.
Y Cristina, con una nitidez soberana, nos dio a todos la respuesta más contundente que podamos recordar.