CUANDO LA MISERIA SALE A LA LUZ

La Argentina de las últimas horas se parece cada vez más a un país dirigido y habitado por miserables. Sin distinción ni partido, sin color oficial u opositor…miserables a secas.

El debate acerca del destino de los medicamentos necesarios para los enfermos de HIV o el que enfrasca a Scioli y Macri con respecto a la continuidad o no de la Asignación Universal por Hijo, no hace otra cosa que poner en evidencia que todos han resuelto tomar a los más débiles, pobre o enfermos, de rehenes de sus propios temores o carencias.

La falta de ideas, la inexistencia del patriotismo y la angurria de poder que caracteriza a nuestros políticos les han hecho perder de vista los mínimos parámetros morales a la hora de recolectar votos.

Y digo bien, recolectar; ganarse el voto con propuestas y verdaderos compromisos es algo que los candidatos desconocen y/o burlan desde hace mucho tiempo.

Pero sólo veríamos una parte del problema si no nos detenemos, al menos un instante, en una sociedad que es demasiado permeable a las mentiras y la demagogia.

La falta de compromiso de la gente con el país, el individualismo del eterno “sálvese quien pueda” y ese cada vez mayor porcentaje de la población con las necesidades mínimas insatisfechas, sin trabajo y sin educación, con viviendas precarias y cargando la humillación de una dádiva insuficiente que sin embargo la obliga a votar, marchar, aplaudir y arrodillarse frente al “dueño” de su destino, componen un cóctel social tan explosivo como decadente que bien aprovechan los trepadores disfrazados de “populares” para llevar agua a su molino.

Y tampoco escapan de esta regla los que creen que mirar para el costado, no hablar de esas cosas y evitar la confrontación o el debate termina siendo un buen negocio electoral.

Estamos mal, y la oferta electoral argentina nos hace suponer…que podemos estar aún mucho peor.