DECADENCIA

Lo ocurrido en el área de Inspección General de la comuna y los dichos de algunos de los involucrados, pone sobre el tapete un desorden peligroso en la administración y una caída sin red.

Grave; muy grave. ¿De qué otra forma puede caracterizarse el bochorno que por estas horas se vive en la municipalidad por el escándalo generado en el área de Inspección General que involucra a funcionarios desplazados y cada vez más a varios que siguen en funciones mirando para otro lado.

Todo parece indicar que el eyectado Luis Melo  no es más que un chivo expiatorio de responsabilidades ajenas. Aunque a él pueda caberle el reproche de haber permitido que vía telefónica sea retirado de su área de incumbencia un expediente que representaba además una cuestión económica. Un funcionario de su experiencia debió haber exigido que la medida se fundara por escrito y respetando todas las normas del procedimiento administrativo. No es poco, pero no es un delito.

Tal vez mayor responsabilidad le quepa a Emilino Sucar Grau, el subsecretario del sector, quien parece demasiado sujeto a las órdenes directas de Arroyo y no toma conciencia de la necesidad de respetar las formas de un trámite, cuando se trata de la delicada administración de la cosa pública. En otros tiempos su distracción debería ser motivo suficiente para una renuncia o un despido…pero ya sabemos que en estos ese tipo de altruismos no existen.

Emiliano Mensor, sobre quien se posan todas las miradas por las irregularidades encontradas, deberá tener en el futuro más cuidado: es sorprendente la capacidad que tiene para estar siempre en el momento y el lugar equivocado. Si es verdad aquello de «la mujer del César» difícilmente Mensor llegue alguna vez a ser primera dama del imperio.

«La única vez que me llamó Arroyo fue para retarme porque no le daba horas extras al departamento Reba y Publicidad y le daba más horas extras al de Nocturnidad. Se había quejado la jefa que era su hijastra Evangelina Tedrós», dijo Melo. Y justamente Tedrós ha quedado ahora a cargo del área que fue descabezada por el intendente. ¿Sugestivo?..no..ciertamente indigerible.

Todos se acusan, todos se señalan, todos buscan salvar la ropa. Pero el mal olor se dirige cada vez más en la dirección de una familia encaramada en el poder público de la ciudad y ya no alcanzan los gestos adustos y las palabras tonantes para disimular una decadencia moral que ya ha cansado a las autoridades nacionales, a las provinciales y a ese 70% de marplatenses que hoy tienen una pésima imagen de quien comanda la ciudad.

Decadencia pura, caída estrepitosa, descomposición acelerada que comenzó cuando a dos semanas de asumir el gobierno de Arroyo ya el primer Secretario se fue pegando un portazo y denunciando que frente a la corrupción encontrada no había voluntad alguna de combatirla.

El tiempo le dio la razón.