El Mundo – Francisco impone estilo en materia económica y no tolera despilfarros

CONTAR CENTAVOS

Ponen definitivamente un sello “franciscano” en la gestión económica de las obras de la Iglesia las Líneas de Orientación para la administración de los bienes de las órdenes religiosas, anunciadas días atrás por el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, cardenal Joao Braz de Aviv, y publicadas hoy por la Librería Editora Vaticana (LEV).

El objetivo, central para el papado de Jorge Bergoglio, es cerrar los tiempos de las “finanzas alegres” e imponer reglas rígidas que impidan los pasos en falso del pasado, los escándalos y también los casos de gestión “capitalista”
orientada a acumular bienes y no “al servicio de las muchas formas de pobreza”.

Las Líneas de Orientación son un decálogo para una conducción financiera según criterios precisos de mayor transparencia y corrección en la gestión, que obligan a una cadena de cumplimientos en materia de presupuestos, rendición de cuentas y controles.

Entre las instrucciones más significativas se encuentra la de no “cubrir” nunca las pérdidas sin resolver los problemas que se encuentran en la base: esto significa “disipar recursos que podrían ser utilizados en otras obras”. En el pasado, de hecho, hubo muchos casos así.
“El campo de la economía es instrumento de la acción misionera de la Iglesia”, comienza el texto fechado el 2 de agosto, firmado por Braz De Aviz y el secretario del dicasterio, el arzobispo José Rodríguez Carballo, ex ministro general franciscano.

Las primeras indicaciones disponen que cada orden religiosa planifique en forme adecuada el uso de los recursos mediante presupuestos, verificando los cambios y controlando la gestión, además de elaborar “planes plurianuales y proyecciones” atentos a la “sustentabilidad (espiritual, relacional y económica) de las obras”, eventualmente revisando su realización.

Se invita a “tomar decisiones cautelosas también en fase de cesión o enajenación de inmuebles”, mientras el uso del presupuesto debe convertirse también en un instrumento no sólo para las obras sino también dentro de las comunidades (conventos) “para el crecimiento de una conciencia común” y la “verificación del real grado de pobreza personal y comunitaria”.

Además deben establecerse “sistemas apropiados de monitoreo para las obras en pérdida”, poniendo en marcha “planes para cortar el déficit” y superando la “mentalidad asistencialista”.

“Cubrir las pérdidas de una obra sin resolver los problemas de gestión -se explica- significa disipar recursos que podrían ser utilizados en otras obras”. En todo caso, si es preciso construir nuevas estructuras, que
sean “ágiles y fáciles de gestionar, menos onerosas en el tiempo” y “fáciles de ceder”.
Otro punto crucial es la transparencia. “El testimonio evangélico exige que las obras sean gestionadas en plena
transparencia, en el respeto de las leyes canónicas y civiles, y puestas al servicio de las muchas formas de pobre”, se
subraya.
“La transparencia es fundamental para la eficiencia y la eficacia de la misión”, agrega el documento.
De aquí parten las recomendaciones para el lanzamiento de “sistemas de control internos”, la extensión de “planes de
inversión y presupuesto al comienzo del año”, para una “adecuada documentación y registro de las diversas operaciones”.
En síntesis, nada debe escapar a los controles: los ecónomos deben presentar una “rendición periódica” a los superiores, documentar las transacciones y los contratos según las normas legales y archivar todo a nivel informático.
No se deben tolerar “despilfarros”, según las órdenes del papa Francisco, y los institutos deben redactar sus balances
según los estándares internacionales, someterlos a certificación (auditoría), pedir el soporte de “expertos calificados”.
En ausencia de balances certificados, se advierte, el dicasterio “podría no conceder las autorizaciones para procesos
de financiación”.
En cuanto a la colaboración con técnicos laicos, es “casi imposible prescindir de ella”, pero los consultores “no podrán
reemplazar a los responsables del Instituto” y es necesario valerse de ellos allí donde falten internamente “profesiones
específicas” y “competencias técnicas”.
Por eso se apunta mucho también a la formación de los responsables internos. Con un aviso: “Los superiores mayores
sean conscientes de que no todas las técnicas de gestión corresponden a los principios evangélicos y están de acuerdo con la enseñanza social de la Iglesia”. (Fausto Gasparroni/ANSA)