A los 87 años falllecio Leopoldo Federico, una de las últimas glorias de la Generación de Oro del tango.No hace mucho había tocado en Mar del Plata.
No hace mucho tiempo había estado en Mar del plata con su orquesta, convocado por Daniel Canales para su ciclo en el Teatro Auditorium de nuestra ciudad, tal como puede observarse en la foto que ilustra esta nota.
En aquella ocasión Federico fue distinguido como «Visitante Notable» por el Concejo Deliberante de General Pueyrredón. (foto)
El director de orquesta, compositor y bandoneonista Leopoldo Federico, una de las máximas figuras del tango argentino, murió esta mañana, informó a Clarín la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI). Tenía 87 años y, desde las 19, sus restos serán velados en la Legislatura porteña.
El maestro, que también era presidente de la AADI, había comenzado muy joven a tocar. A los 17 años ya se presentaba en el cabaret Tabarís. El mismo relató, en una entrevista publicada hace unos años, esas épocas. «Era un chico grande. Los primeros meses, cuando salía a las cuatro de la mañana, mi viejo me estaba esperando en la esquina para tomar el tranvía hasta Once. Y después se tenía que levantar a las ocho para ir a su laburo. Lo tuve que convencer porque los músicos me empezaban a cargar».
Ese «chico grande» brilló luego en las orquestas de Carlos Di Sarli, Ástor Piazzolla, Horacio Salgán y Mariano Mores. Fue director de la Orquesta Estable de radio Belgrano durante más de una década y en 1958 formó la propia, con la que continuó hasta estos días. Desde hacía varios años tenía serias dificultades para caminar, pero siguió tocando hasta hace pocos meses.
Como compositor, entre sus obras más reconocidas se encuentran «Que me juzgue Dios», «Cabulero» y «Al galope». Aquí, interpretando «El Abrojito», de Bernstein y Fernández Blanco, para la TV Pública:
Entre la numerosa cantidad de premios que recibió se encuentran el Gardel a la trayectoria y el Grammy latino, en dos oportunidades. También fue declarado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 2002.
Cuando, acompañado por su esposa Norma, recibió hace dos años el premio Senador D. F. Sarmiento que la Cámara alta le otorga «a personas físicas o jurídicas que mejoren la calidad de vida a los habitantes y a su comunidad», resumió su identidad y su actitud frente a la vida.
«No voy a decir si lo merezco o no lo merezco. La verdad es que siempre estuve al lado de gente que me enseñó tanto. Y siempre tuve la suerte de que se me cumplieran los sueños: tocar con Horacio Salgán fue un regalo del destino, Astor Piazzolla es lo insuperable, me recuerdo junto a Julio Sosa y quisiera empezar todo de vuelta para volver a hacer lo mismo».