(Escribe Adrián Freijo) – No es la primera vez que se ve complicado en una cuestión vinculada al manejo oscuro de fondos públicos. Sin embargo ahora la cuestión pasa por saber si puede seguir adelante
Fernando Niembro era un periodista casi marginal que merodeaba los despachos políticos y supo arrimarse a Carlos Menem a poco de quedar el riojano consagrado como presidente de los argentinos. Pero aquella marginalidad lo ubicaba en un lugar secundario, oscuro, que no iba con su megalómana personalidad.
Quienes frecuentaban los círculos del flamante mandatario recuerdan con sorna una mañana riojana en la que Niembro -embutido en el hueco vacío de una heladera en reparación- saltó al paso de quien por entonces definía los cargos en el área de comunicación y tomándolo del brazo le dijo en tono de súplica: «¿y yo voy a mojar algo?».
Cultor de las intrigas palaciegas logró abrirse paso hasta convertirse en Secretario de Prensa y Difusión del gobierno y en vocero «ad hoc» del nuevo mandatario. Contó para ello con la colaboración de grupos empresarios que buscaban quedarse con los medios del estado a precio vil y que no lograban corromper la férrea voluntad de su antecesor Jorge Rachid, quien cayó víctima de todas las jugadas que Niembro y sus amigos supieron urdir en su contra.
Es ahí cuando cambia la suerte del «hijo de Paulino», como era conocido en el peronismo, y poco a poco varía con ello su status económico y el de sus amigos más cercanos.
Por orden de Menem, y con la complicidad de los medios amigos, manejó el CEMBA 90, aquel ente «flojito de papeles» que manejó la organización del Campeonato Mundial de Básquetbol en 1990 en la Argentina.
Al terminar el acontecimiento existía un déficit de U$S 90 millones, del que ni Niembro ni ningún colaborador dio cuentas jamás. Aquello se recuerda como uno de los escándalos de corrupción emblemáticos de una gestión que no se privaba de nada.
También en Mar del Plata supo hacer de las suyas haciendo desembarcar un equipo de «bueno muchachos» cuya misión era entregar LU6 Emisora Atlántica al grupo «Clarín», algo que no pudo en definitiva conseguir.
Supo saltar del barco menemista con oportunidad y donaire, y esconderse bajo la protección de aquellos empresarios dueños de la televisión a los que tan buenos servicios había brindado.
Y por lo visto…también de Mauricio Macri.
El negociado producido con su productora La Usina es de una grosería comparable a las andanzas del señor Boudou.
Más allá de las probanzas administrativas y judiciales, queda en claro que su empresa solo trabajó para el gobierno porteño, fue creada para eso y se quedó con $22 millones por trabajos que en la mayoría de los casos jamás fueron hechos.
Y eso, aunque «en los papeles» pueda ser ocultado, es groseramente un acto de corrupción de aquellos que los políticos sueles definir como «una mano a los amigos».
Ahora Fernando Niembro se ha convertido en un problema para el candidato presidencial del PRO. La costumbre indica no entregar un aliado cuando los enemigos vienen por él, pero la realidad muestra que este viejo cultor de los negocios non sanctos con el estado puede suponer una hipoteca ilevantable para un comicio en el que el partido que lo cobija se jacta de querer terminar con la corrupción kirchnerista y se nutre de ciudadanos que así lo exigen.
¿Puede en Mar del Plata Carlos Arroyo hacer campaña junto a quien está sospechado de semejante negociado?; ¿puede Zorro Uno hacer como que no ha pasado nada?; ¿puede Cambiemos señalar a éste o cualquier otro intendente en todo el país como parte de una administración corrupta?.
¿Puede alguien tan solo pronunciar la palabra «honestidad» con Fernando Niembro parado a su lado?.
Muchas veces, proyectos personales de todo tipo mueren antes de ver la luz. Tal vez ha llegado el momento en el que el veterano flotador de mil prebendas comprenda que a él puede estar pasándole algo de ello.
Salvo, claro está, que espere que «los demás» hagan desaparecer estas cuestiones como por arte de magia.
Algo que haría parecer a «los demás» como muy similares al kirchnerismo.
Y eso no es así…¿no es cierto?.