Guardavidas: un conflicto en el que la ciudad tiene todo para perder

Por Adriàn FreijoLa actitud cerril del Secretario de Hacienda, ya apropiado de la voluntad del intendente Arroyo, empuja a Mar del Plata a un conflicto tan innecesario como peligroso. 

Imagínese el lector la siguiente escena: en el medio del desierto, tras meses de estar perdidos y sin rumbo, un grupo de expedicionarios comienzan a discutir si la marca de agua mineral que contrataron, y que supone además la única reserva que les queda, es de la calidad que merecen o inferior. Uno de los supuestos líderes del grupo resuelve entonces una medida que a él le resulta inteligente y justa: habiendo mejores aguas, la que tienen quedará atrás y seguirán la marcha sin ella.

Y allá van los expedicionarios, tan perdidos y en riesgo como siempre…pero ahora sin agua,

¿Alguien puede suponer una situación más absurda?.

En Mar del Plata por estas horas ocurre algo similar, de la mano de un personaje que parece haber perdido todo contacto con la realidad y su supuesto jefe, que nunca dio la sensación de hacer mucho pie en ella.

El Secretario de Hacienda Hernán Mourelle, ese singular personaje que llegó a nuestras costas para avisarnos que todo lo que Mar del Plata había hecho desde el momento de su fundación era un fracaso, se lleva puesta la figura del intendente y lo convierte en un títere de sus caprichos, desmesuras y sinrazones. Mucho deberá explicar Carlos Arroyo acerca de los motivos que lo llevan a convalidar tantos agravios hacia la ciudad y tantos disparates desde lo político y lo jurídico, que poco tienen que ver con su supuesta vocación marplatense, repetida pomposamente a lo alrgo de los años.

¿O puede encontrarse en tantas declaraciones a lo largo de su historia política alguna en la que se refiriese a la ciudad, su dirigencia y sus empresarios con el desprecio que lo hace Mourelle?. Seguramente no.

Por eso debemos concluir que en cada uno de los conflictos -productores rurales, concesionarios de balnearios, trabajadores municipales, instituciones deportivas- es el Secretario y no el jefe comunal el que marca el paso, elige enemigos y ejecuta sus caprichos sin atender las normales relaciones que un intendente debe tener con los actores sociales de la comunidad que gobierna. Y el silencio de Arroyo lo convierte entonces en un apéndice, tan triste como grosero, de quiene ejerce el verdadero poder en la ciudad.

Claro que el conflicto con la Mutual de Guardavidas adquiere características aún más delicadas. Se trata de un servicio esencial en una ciudad balnearia y de una situación de ruptura en las puertas de la temporada que no puede ser siquiera sostenida, salvo que algún negocio oscuro y ya cerrado garantice un servicio que hoy el municipio no está en condiciones de brindar.

No tiene ni estructura humana ni equipamiento que pueda suplantar el muy efectivo de la organización que Mourelle quiere sacar de carrera. ¿Para qué, entonces, encapricharse en no renovar un contrato que, en el caso de tener vicios, puede ser rediscutido por las parte en búsqueda de un perfeccionamiento?. 

Carlos Arroyo está por encarar el último año de su gestión. ¿No sería de pura lógica prestar esta temporada el servicio con una Mutual de cuya calidad de prestación nadie ha podido decir nada hasta el momento?. Y a la que, dicho sea de paso, el municipio debe una importante cantidad de dinero que seguramente en algún momento deberá pagarse.

Interrumpir el servicio de guardavidas en las puertas del verano, pretender caducar concesiones sin tener una alternativa preparada, complicar los espectáculos deportivos en plena competencia nacional de los clubes marplatenses…¿es que Hernán Mourelle se ha propuesta dinamitar la historia y los proyectos de Mar del Plata?.

Cuentan las malas lenguas que algunos interesados en quedarse con el servicio de seguridad en playas están aportando al divertimento personal de un funcionario que ha demostrado cierto descontrol a la hora de asegurarse acompañamiento femenino. Y que a cambio de ese financiamiento lúdico podrían recibir, nada más y nada menos, un contrato millonario que complete sus aspiraciones.

Pero ya sabemos como son las malas lenguas. Preferimos quedarnos con las promesas de aquel intendente que repelía todo lo que tuviese el más pequeño tufillo a corrupción y abogaba por una ciudad cordial e integrada.

Los guardavidas se han caracterizado por su actitud combativa que, a veces con razón y otras sin ella, los ha encontrado siempre luchando por sus derechos y logrando sus reivindicaciones. Y esta vez todo indica que la verdad está de su parte, ya que nadie atina a dar un motivo valedero para avanzar en la ruptura de una relación que hasta hoy los encuentra cumpliendo con todas las obligaciones propias del delicado servicio que prestan.

Sería bueno que el jefe comunal reflexionase sobre el equilibrio que siempre plantea la política como forma de resolver conflictos y no en este delirio del todos contra todos que promueve su disparatado ladero, tan solo a cambio de algunos favores personales.

O al menos para que todos supiésemos quien está gobernando los destinos de Mar del Plata y Batán…