Las fotos del fiscal muerto (que acompañan esta nota) muestran a las claras que las primeras afirmaciones de la fiscal y el gobierno faltaban voluntariamente a la verdad.
«No había sangre en el lugar», dijo Berni y luego corroboró Fein. Sin embargo la imagen de Nisman tirado en el suelo del baño, con una mancha de sangre que demuestra una larga sobrevida, hacen imposible cualquier confusión al respecto.
¿Ya iban los funcionarios con la «lección aprendida»?, ¿tenían orden de instalar una mentira desde el comienzo?. La respuesta parece evidente.
El descuido con el que se llevó adelante todo el procedimiento, la demora en ingresar al lugar a pesar de la larga desaparición del fiscal, el retiro de documentación clave para la investigación de su denuncia contra la Presidente, la presencia en la escena del crimen de personas que nada tenían que ver con la causa en ciernes y la convocatoria a testigos que insólitamente no vieron el cuerpo, es una clara demostración del armado del escenario.
La sociedad tiene una convicción y las mentiras oficiales no hacen otra cosa que acentuarla cada día.
Y las fotos, por impactante que sea observarlas, no dejan margen de duda.