Una puerta cerrada que estaba abierta, agentes secretos que aparecen asustados y relaciones que no eran y ahora son; demasiados caminos laterales se abren ahora.
Todo se desencadenó a partir de una simple nota con la lista de compras de supermercado. A partir de ahí, resuelto que Nisman no tenía intención alguna de estar muerto el lunes siguiente, todo estalló en una decena de caminos colaterales a la versión oficial del suicidio.
Cinco personas sostuvieron y probaron haber hablado con el fiscal telefónicamente y dos personalmente apenas unas horas antes de la que se presume fue la de su muerte. Todas coincidieron en que lo encontraron de buen ánimo y esperando con ansiedad el momento de presentarse ante el Congreso a dar su declaración.
El cerrajero que fue convocado la noche del deceso declaró ante la jueza y ante la prensa que no era cierto que la puerta por la que debieron acceder al departamento de Nisman estuviese cerrada. Por el contrario, estaba sin llave y cedió con una leve presión. Todo lo afirmado por Berni y la fiscal al respecto se desmoronó en un segundo y ahora deberán explicar los interminables minutos que demoraron en ingresar.
En este nuevo escenario la inacción de la custodia, la prohibición de permitir el ingreso de los médicos del SAME y la hora y media en que estuvieron a escasos centímetros del cuerpo del fiscal muerto sin intentar acceder a él adquieren carácter de sospecha y no de simple torpeza.
El gobierno cambia ahora su machacona pregunta acerca de los motivos de Nisman para adelantar su regreso -como si ello importara algo frente a la contundencia de la muerte- y comienza a preocuparse por desacreditar a Bogado e Yrimía, los dobles agentes señalados en la denuncia del malogrado funcionario judicial.
El juez Ariel Lijo dispuso custodia para ambos acusados por el fiscal Alberto Nisman de ser partícipes de encubrimiento del atentado a la AMIA.
Así lo solicitó a través de un escrito enviado al Ministerio de Seguridad, de lo que se desprende que todos sospechan que, puestos en la mira del gobierno, pueden terminar «suicidados» como Nisman o «desaparecidos» como Jorge Julio López.
Y como si esto fuera poco el líder de Quebracho, Fernando Esteche, el ex piquetero, denunciado por el fiscal federal Alberto Nisman como parte activa en el encubrimiento de la causa AMIA y con estrechos vínculos con Jorge Yussuf Khalil dirigente iraní, reconoció tener una relación de amistad con él.
También reconoció que había coincidido a Ramón Allan Héctor Bogado en una reunión en la Jefatura de Gabinete en 2012, cuando estaba a cargo de Juan Manuel Abal Medina.
Hasta hoy Esteche negaba esa relación y el gobierno sostenía que Bogado era un falso agente y nada tenía que ver con él.
Demasiadas cosas nuevas explotaron en 24 hs. y es claro que ahora la investigación toma otros rumbos.
«No van a poder matar a tanta gente» decían ayer por la tarde en las cercanías de la jueza que investiga este…¿asesinato?.