Mar del Plata detenida en un debate que a la gente ya no le interesa

Todos los marplatenses saben lo que ocurrió en torno a la Presidente del Concejo Deliberante y cada uno de ellos tiene una opinión formada al respecto. ¿Vale la pena seguir dando vueltas sobre una cuestión que ya no ocupa el interés de los ciudadanos?.

Entiéndase bien, no es que deje de tener mucha importancia dilucidar si estamos frente a un ilícito, una torpeza o simplemente una estupidez.

Porque no es menor la necesidad de saber si, como dice Vilma Baragiola, se trató de un armado voluntario con el único destino de crucificarla frente a la opinión pública.
Si la involucrada incurrió en alguna incorrección sería bueno que los ciudadanos sepan que alguien con esas características morales jamás puede ser diga de gobernarlos.
Si fue una torpeza, de esas tan habituales en nuestra mediocre clase política, sería bueno que Vilma hiciese un profundo «mea culpa» y se pusiese como objetivo primordial redoblar los esfuerzos personales para evitar semejantes deslices y sobre todo para elegir a sus colaboradores.
Tiene que saber, y su experiencia debería ser suficiente al respecto, que un gobierno no sólo se mide por quien lo lidera sino también por quienes lo integran por voluntad de ese líder.
Y si es una estupidez...ya es una cuestión de ella de la que no deberemos hacernos cargo los marplatenses.
Pero punto…terminemos con la cuestión.
No hace falta ser muy avispado para darse cuenta que quienes miraban a Baragiola «desde abajo» cuando las encuestas le sonreían se han puesto como objetivo mantener el tema vivo durante todo el tiempo que haga falta para «lijarla».
Y aunque ello sea propio de una política argentina construída sobre las peores bajezas, sería bueno que tomaran nota que la sociedad se debate hoy entre una docena de problemas graves que la afectan y ponen en riesgo su futuro.
Y necesitan soluciones que, justamente, deben surgir de la clase dirigente y no de otro lado.
Problemas que van mucho más allá de Vilma, de su malicia, su torpeza o su estupidez.

Y no darse cuenta convierte a sus detractores en maliciosos, torpes y estúpidos.

Y a la sociedad en rehen.