Peronismo: esta vez la crisis lo obligará a resolver su encrucijada

Por Adrián FreijoEl peronismo se acostumbró a que el tiempo jugara a su favor. No importa el motivo por el que pierda el poder, siempre vuelve de la mano del olvido. Esta vez, no podrá ser.

Derrocado en 1955 y 1976, abandonado por el calor popular en 1983, 1999 y 2015, el peronismo ya sabe de que se trata eso de perder el poder y el apoyo de la sociedad.

Sin embargo siempre vuelve y aunque tantas veces parezca que su historia se acerca al final, reaparece en la vida nacional como el único instrumento capaz de recomponer una realidad desastrosa a la que por cierto mucho ha colaborado en convertir en tal.

¿Cuál es el secreto de este fenómeno del eterno retorno?, ¿qué hace que la misma sociedad que lo eyecta del poder vaya luego a pedirle que se haga cargo de sus propios platos rotos?.

En la segunda mitad del siglo XX el fracaso de los golpes militares -especialistas no tan solo en violar los derechos individuales sino también convertidos en títere de los poderes concentrados de la economía y la entrega- fue siempre condición suficiente para que los argentinos olvidaran estentóreos fracasos anteriores y vieran en el peronismo la única vía hacia el desarrollo y la felicidad.

Con el advenimiento del menemismo comienza a generarse una confusión ideológica de tal magnitud que el viejo movimiento termina siendo el vehículo propiciatorio de todo aquello que en esencia había combatido desde su fundación. Los viejos enemigos son ahora aliados, las banderas históricas son arriadas en nombre de una modernidad que termina sintetizada en aquellas «relaciones carnales» que ofendían los orígenes de pronto lejanos que construyeron el 17 de octubre de 1945.

El «combatiendo al capital» torna hasta la grosería en un «sosteniendo al capital» que en la convertibilidad esconde la decisión de abrir las fronteras a la aventura de todo lo que se produjese fuera del país. Tras la mentirosa consigna de una alianza capital-trabajo de raigambre nacional, se esconde la decisión de convertir al país en un desierto productivo que consuma barato todo lo que el mundo tiene para ofrecerle.

El aumento de la pobreza, la caída de la producción, el crecimiento desmesurado de la deuda pública y privada y el cambio profundo en la organización social ascendente que era seguramente lo más rescatable del legado peronista, termina haciendo estallar la alianza entre el menemismo y la gente y devuelve a una forzada alianza entre el radicalismo y sectores supuestamente progresistas al poder.

Errores propios y una acción desgastante organizada desde los gremios y los sectores empresarios acostumbrados a todas las prebendas logradas gracias a la pretendida «burguesía nacional» que declamaba el justicialismo,hacen estallar al gobierno de la Alianza y, oh casualidad, aparece el peronismo para rescatar a la Argentina de aquella convertibilidad destructiva que había implantado…el peronismo.

Lo demás está muy fresco: doce años de una ficción económica que devastó las estructuras productivas de la Argentina mientras los «salvadores» de antaño se apropiaban criminalmente de las arcas públicas, un aislamiento internacional que pretendió convertirse desde el discurso en una gesta soberana y que no pasó de ser la reacción que siempre tiene el mundo frente a los populismos depredadores que terminan saqueando las riquezas y conclulcando los derechos…y la reacción de la sociedad que termina aferrándose a lo que sea con tal de terminar con el espiral decadente.

Bastaron dos años para comprender que, al menos, la administración de Mauricio Macri no estaba capacitada para evaluar, y mucho menos resolver, los males heredados. Errores de diagnóstico y horrores de gestión terminaron estallando en lo que seguramente se recordará como La Revolución de los Insensibles, capaces de hacer caer sobre los más necesitados el mayor peso de una crisis generada por la angurria de los más poderosos, incluidos los que integran el gobierno.

Lo corto del tiempo transcurrido trajo consigo un fenómeno hasta ahora desconocido en la vida política nacional: la gente se hartó de este gobierno pero sigue tan enojada (o más) que antes con el que se fue en 2015. 

Los errores de uno y la escandalosa comprobación de la corrupción del otro hacen sospechar que este cuadro de situación será, al menos por ahora, inmodificable.

Y en ese escenario aparece una nueva versión del peronismo, capaz de ofrecer una imagen dialoguista a institucional, sin un liderazgo personalista y con un desarrollo federal que no supo ser común en un movimiento en el que la provincia de Buenos Aires supo tener siempre la hegemonía.

Claro que no todo es tan sencillo ni el camino del retorno al poder será un lecho de rosas….

Si Massa, Urtubey, Schiaretti y sobre todo Pichetto sueñan aunque sea por un instante en hacer entrar a Cristina y a los suyos por la ventana del acuerdo cometerían un error capaz de causar una herida mortal al intento. El primer objetivo que debe buscar este peronismo institucionalizado es separarse claramente de la corrupción y de la demagogia. Si no sabe o no puede hacerlo, solo ayudará a que siga viva esta polarización perversa que obliga a los argentinos a elegir siempre por el mal menor.

El tema de los fueros de Cristina, el acompañamiento al gobierno para evitar que sus propios errores lo desbarranquen, la capacidad para alejar la imagen de cualquier opción desestabilizadora, los límites que sepa poner a figuras detestadas por la sociedad  y la claridad con la que camine hacia un gran acuerdo nacional que de un salto de calidad a la institucionalidad del país serán las materias que deberá aprobar para que, de uno y otro lado de la grieta, se comience a mirar a esta propuesta como capaz de ofrecer un nuevo camino de esperanza.

Para lo que sus líderes deberán ser capaces de hacerse cargo de sus propios errores del pasado y hablar con esa claridad que hasta hoy ha estado vedada a la clase política nacional.

Una encrucijada que el peronismo supo construir a lo largo de siete décadas y que esta vez no tendrá tiempo para diluir ni amnesia para utilizar. Le ha llegado la hora de buscar dentro suyo las respuestas que lo reconcilien con la sociedad.

Ni más, ni menos….