La comparencia de la ex mujer del fiscal Alberto Nisman en el Senado de la Nación dejó más dudas que certezas. La jueza solicitó que nadie hable de la causa.
Es verdad que la prudencia es más virtud cuando se habla de cuestiones judiciales. Lo es tanto como que la presión pública suele convertirse en un valor agregado a esa justicia cuando desde el poder político pretende instalarse la impunidad y los funcionarios judiciales no saben, no pueden o no quieren evitarlo.
Algo de lo que los argentinos lamentablemente sabemos mucho.
“No se me escapa que esta convocatoria es realizada por un consenso parlamentario integrado por los bloques de la oposición de la cámara de diputados y de senadores”, dijo Arroyo Salgado para dejar en claro que el espacio en el que estaba le merecía la misma poca confianza que el que a pocos metros sesionaba y en el que irónicamente hablaba en ese instante Miguel Angel Picchetto, con quien la unió en el pasado una relación sentimental que fue uno de los motivos de más disputa con su difunto marido.
Aunque para ser sinceros -algo fundamental en la búsqueda de la verdad- deberíamos decir «uno de los muchos motivos de las muchas disputas con su difunto marido».
Al hablar de esa manera pone en un plano de igualdad a oficialistas y opositores y deja un mensaje claro a la sociedad: todos intentan llevar agua para su molino.
Viniendo de una funcionaria judicial no debería extrañarnos que pida circunscribir el tema al ámbito de la investigación. Sin embargo sorprende que frente a los errores cometidos desde la fiscalía Feín, y que ella misma marcó a poco de iniciarse la pesquisa, pida ahora que los senadores se retraigan en su participación a sabiendas de que la única garantía de que nadie se «distraiga» en tribunales está justamente en el Congreso, el los colegios profesionales y en la prensa.
Para quienes no intentamos interpretar las palabras de la forma en que más nos convenga sino tal cual fueron dichas, la sensación que nos quedó es que Sandra Arroyo Salgado, por algún motivo que por ahora parece no tener explicación, intenta por estas horas que la causa por la muerte de su ex marido entre en vía muerta.
Ella sabe -todos sabemos- que la alternativa de llevar la cuestión a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es lo mismo que colocarla en un limbo del que bajará cuando todos nos hallamos olvidado del asunto.
Pero es una forma elegante de no hacer nada mientras se finge que se busca la verdad.
Como quiere el gobierno…¿cómo quiere la viuda?.
El tiempo dirá.