El Gobernador quiere sumar para su candidatura presidencial. Los jóvenes K buscarán la supervivencia en espacios legislativos. Nacesidades mutuas, el rol de Cristina y la discusión por las listas
Ambigua desde el inicio, y lo será por siempre, la relación entre Daniel Scioli y el kirchnerismo duro entra en una etapa de definiciones donde cada gesto se mide con precisión de vernier.
Mientras un sector decididamente enfrentado al Gobernador muestra su rechazo de manera permanente, otros son menos renuentes. Los muchachos de La Cámpora parecen haber entrado en este campo, donde sin mantenerse demasiado cerca tampoco se muestran lejos.
La aparición en escena de Máximo Kirchner dejó algunas cosas claras y, a la vez, abrió expectativas sobre el rol futuro del hijo de la Presidenta. Así como ordenó para adentro, de su discurso se desprendió que muy probablemente la supervivencia de la agrupación quede ceñida a cargos legislativos, en un reconocimiento descarnado de que le será muy difícil al kirchnerismo poner un pedigrí en el lugar de Cristina.
“Daniel va a ser el candidato del oficialismo y ellos van a terminar bancando su candidatura”, se muestran optimistas en el sciolismo, donde además confían en que llegado el momento “difícilmente haya internas”. La tropa del Gobernador espera una negociación razonable con Cristina Fernández por las listas legislativas y los demás espacios de poder electivos. Y ella, se sabe, priorizará a quienes considera más leales, terreno en el cual gana claramente La Cámpora por sobre las demás porciones K.
“No nos enteramos en el acto de Argentinos que Máximo no va a ser el principal promotor de la candidatura de Scioli, pero creemos que Cristina tampoco brindará un apoyo total a alguno de los precandidatos, y nosotros estamos muy bien con ese escenario”, especula ante La Tecla un funcionario desde sus oficinas eventuales en el Grupo Bapro.
La Cámpora y Scioli tienden cada vez más puentes de entendimiento. Mientras el mandatario declaraba que él sintetiza “el punto de encuentro entre el kircnerismo y el peronismo”, y la mesa chica de la agrupación acompañaba a su guía espiritual al Vaticano, una fuente de la Casa Rosada confió a este medio que “la aparición de Máximo no modificó nada la relación Scioli-Cámpora”.
Las conversaciones se hacen más fluidas y ya aparecen acuerdos territoriales. El jefe de Gabinete provincial, Alberto Pérez, dialoga seguido con José Ottavis y Eduardo “Wado” de Pedro. El diputado nacional, quien supo estar cerca de Florencio Randazzo, aparece como “el más sciolista entre los camporistas”, según se rumorea en los pasillos del Congreso.
Con Andrés “Cuervo” Larroque, detrás de Máximo en el orden de mando de la agrupación, la línea no es directa, sino a través de los jefes territoriales en aquellos municipios donde el diputado tiene ascendencia y donde el sciolismo local se cuadra. Un caso es Tigre. Martín Gianella, hermano del subsecretario de Relaciones con la Comunidad y Comunicación de la Jefatura de Gabinete provincial, Carlos Gianella, trabaja en el territorio base del massismo bajo el manto de La Cámpora larroquista.
Alberto Pérez también dialoga fluido con Fernando “Chino” Navarro. No solamente en su rol de titular de bloque de diputados del FpV, sino también por ser uno de los líderes del Movimiento Evita. Ese espacio propone a Jorge Taiana para la Presidencia, pero nunca cortó los lazos políticos con el Ejecutivo bonaerense.
Un poco corridos de Unidos y Organizados, los del Evita debieron acatar la orden presidencial de no hacer un lanzamiento formal de Taiana en la cancha de Ferro, pero la convocatoria con ese fin estaba hecha, y para maquillar se invitó a referentes de otros sectores. Quien bajó la orden presidencial de que aún no era tiempo de actos de lanzamiento fue “Wado” de Pedro.
A la espera de la batalla
Los acuerdos a los cuales se llegue ahora entre todas las fracciones del oficialismo se pondrán a prueba cuando entre en escena la discusión por los cargos electivos.
Con el objetivo de establecer en el Parlamento nacional una fuerza propia capaz de torcer votaciones, el kirchnerismo ortodoxo tiene dos lógicas para aspirar a ello: si el oficialismo pierde, resiste; si el oficialismo gana, controla.
“El dato importante de La Cámpora es que van a jugar con el peronismo y adentro del peronismo; se meten en la orgánica y hablan desde el peronismo”, analizan los asesores de Scioli, quien busca el apoyo orgánico del partido.
Es de esperar que el PJ, los intendentes y los gobernadores tengan una expectativa de participar activante en el armado de las listas. “La base del acuerdo de Scioli con los intendentes va a ser por lugares legislativos”, asumen en el sciolismo, pero sin ofrecer garantías absolutas.
Aunque históricamente Scioli no tuvo incidencia en la lapicera nada más que para unos pocos lugares en las nóminas provinciales, y podría seguir con la misma lógica en una hipotética negociación con la Presidenta, igualmente habría otras pretensiones. Y presiones, porque cada sector con el cual negocie individualmente el mandatario tendrá sus exigencias para acompañarlo.
Ya se reconoce que ésa será la gran discusión. Pero más allá de los nombres, lo que desvela al sciolismo es la ingeniería electoral. Con pocas posibilidades de determinarla, al menos hace causa común con los jefes comunales. No a las colectoras y a las listas espejo: ni de abajo para arriba ni viceversa. En eso hay una comunión entre el gobierno bonaerense y los alcaldes. Scioli no pondrá las reglas de juego, y por ello quedará con poco margen en la estrategia, pero en su entorno se muestran firmes en la negación de las colectoras.
El ultrakirchnerismo, en tanto, estudia todas las variables posibles; y si el objetivo es poblar el Congreso, además del vicepresidente y algunos cargos provinciales ejecutivos y legislativos, adoptará el esquema electoral que más le resulte conveniente.
Y allí se verá si lo que se construye hoy a paso medido logra permanecer en pie o vuelve la guerra. Habrá batallas en el medio, algunas fuertes y otras sólo de fogueo; pero la verdadera prueba de fuego será en marzo. Por ahora, los ejércitos del oficialismo se recelan mientras esperan las decisiones finales de los jefes, y tienden puentes que los acerquen.