Un hombre que honra a un premio

Ver a Daniel Canales subir al escenario a recibir el Estrella de Mar fue sentir que aún queda espacio para reconocer el esfuerzo, el talento y la convicción.

(Escribe Adrián Freijo) – Lo vi llegar muy jovencito a la radio, allá por el año 90, y tras conversar con él sólo unas palabras sentir la convicción de que ese chico estaba para más.

Su mirada firme, sus palabras sostenidas en ideas, su contracción a eso tan olvidado por los argentinos que es la búsqueda de la excelencia, la seriedad que ponía a cada cosa aún percibiéndose con claridad que estaba disfrutando, fueron (y son) rasgos que llamaban la atención a todos los que comenzábamos a conocerlo.

Tipos «grossos» de los medios como Raúl Calviño, Pocho Hidalgo, Cacho Giliberto, Aldy de Cádiz o el inolvidable Adolfo Abalos coincidían en aquel «está para más» y siempre lo querían en el manejo técnico de sus programas. Daniel no era sólo sinónimo de prolijidad y atención -dos bienes soñados por todos los que alguna vez estuvimos frente a un micrófono- sino que aportaba a cada expresión musical esa cuota de talento y participación que hace que uno termine pensando que las cosas están saliendo bien.

Fue creciendo, haciéndose respetar y construyendo una fama de tipo exigente, con el que no se jode.

Cada vez que tuve ocasión de armar un proyecto de radio lo convoqué. Era garantía de calidad y sobre todas las cosas de poner al aire a un profesional que sabe lo que hace y sabe lo que dice.

Paralelamente creció como productor de espectáculos. Su Tango Bravo Club es desde hace mucho tiempo la expresión más confiable de la música ciudadana en Mar del Plata. Y es además una voz de prestigio en el mundo de la música ciudadana de todo el país.

No fue fácil porque Daniel no quiso hacerlo fácil. No se contentó con las voces consagradas, esas que convocan seguro y garantizan el negocio.

Nada de eso, por su escenario pasaron muchos que enfrentaban al público por vez primera de la mano de la generosidad de un productor que además sabe de calidad musical; y eso no es poco…y no es común.

El Estrella de Mar, tan tardío como inevitable, es un reconocimiento justo pero ya hoy debe ser un recuerdo en la cabeza de Daniel. Recuerdo reciente, pero recuerdo al fin.

Porque hay otros objetivos, otros sueños y otras construcciones que ya lo están convocando y él no puede permitirse el lujo de la poltrona del halago.

No sería Daniel Canales, el hacedor, el creador, el que sabe para donde está enfilada la proa.

Pero para mi, como para muchos que lo conocemos y lo queremos, el premio será por siempre un recuerdo cálido que nos ayuda a creer que, realmente, no todo está perdido en esta vorágine de mediocridad.

Esta vez, el premiado jerarquizó al premio. Como debe ser.